Famosos filósofos como Rousseau están de acuerdo con el Doctor Monttagu en el aspecto de que la gente nace “plástica” y puede ser moldeada en cualquier dirección: tanto hacia la pasividad como hacia la agresividad, dependiendo de la sociedad en la cual crece.
Así pues, ¿qué lugar tiene la agresividad (natural o adquirida) en las Artes Marciales? La habilidad para concentrar nuestra violencia o agresividad consciente o inconsciente suele muchas veces inclinar la balanza durante un combate, torneo (o más importante todavía) durante una pelea en la calle.
Un practicante de artes marciales no debe repartir golpes a diestro y siniestro de forma indiscriminada. Disciplina (autocontrol) y apropiadas técnicas de combate son tan importantes como la agresividad y la fuerza para acabar con un agresor. Pero una apropiada canalización de la agresividad puede, a veces, significar la diferencia entre ganar o perder en un combate contra un oponente superior en fuerza y habilidad.
La agresividad no es solamente exclusiva del hombre: una antropóloga mundialmente respetada, Margaret Mead, del “American Museum of Natural History” de New York, reconoce que las hembras del género humano pueden ser increíblemente agresivas cuando sus hijos son atacados. Incluso animales normalmente pacíficos, como conejos, pájaros, etc., pueden morder o atacar en defensa de sus crías.
No es necesario colocar delante nuestro, fotografías de la gente que más odiamos, ponernos los guantes y golpearlos para desarrollar esta agresividad. Un practicante de artes marciales que desee obtener el máximo de su poder combativo (especialmente cuando no lo siente durante el entrenamiento), sería interesante que imaginara o recordara estas situaciones desagradables que ha tenido durante el día mientras trabaja en el saco, con lo que descargaría esa agresividad y desarrollaría una actitud de combate. Si el jefe o alguna persona nos hace complicada la vida, es mejor desahogar esa frustración o tensión en un entrenamiento físico y después tratar de conocer los motivos y corregir las razones por las que esas situaciones nos provocan ese estado.
Algunos maestros recomiendan a sus estudiantes imaginar que están combatiendo contra la parte negativa de ellos mismos, imaginándose que aplican sus técnicas contra esa imagen mental que tienen delante. De esta manera corrigen sus actitudes y pueden canalizar la rabia o cólera, aspecto tan negativo para la persona.
La cólera suele alterar la tranquilidad de un artista marcial durante un combate: quizás haya tenido la experiencia de ponerte furioso innecesariamente golpeando demasiado duro a un compañero de clase, sintiendo que es mejor controlar tu temperamento y tus impulsos incontrolados en tu propio beneficio para un buen combate. Estos descubrimientos en uno mismo son muy interesantes.
Otros aspectos importantes a la hora de calificar el nivel de agresividad en el entrenamiento son:
- Las motivaciones que te han inducido a practicar las Artes Marciales.
- Y el espíritu que inculca el instructor en los entrenamientos.
Es interesante que exista una coherencia entre las motivaciones de los estudiantes y el objetivo al que guía el instructor: téngase en cuenta que, si el instructor inculca un aspecto sumamente combativo en las clases, aquellos estudiantes cuyo objetivo en conseguir un equilibrio personal a través de la práctica de las Formas o Katas, se verán desplazados. Tampoco resultará positivo el aspecto contrario, puesto que no conocerán los aspectos del combate y las aplicaciones de las técnicas.
El entrenamiento de “sparring” o combate no es negativo, lo negativo es como se practica y el fruto de ello. Si el combate crea o ayuda a desarrollar aspectos positivos de aquellos que lo practican, entonces vale la pena un entrenamiento de este tipo; si por el contrario desarrolla más violencia en la persona y no le ayuda, casi es mejor quedarse en casa viendo la televisión, pues esa agresividad y violencia la recibimos igualmente, del medio que nos rodea y de los medios de comunicación, y sin sudar ni ducharnos.
Como decía anteriormente, tanto si la agresividad es inducida, como si es natural, lo más importante es como canalizar esa agresividad.
Una persona que practica artes marciales y que es agresiva por naturaleza, puede encontrar en ellas un gran apoyo para evolucionar positivamente su personalidad. Con un entrenamiento correcto, que contenga aspectos de concentración, disciplina (autocontrol), y meditación como poseen muchas artes marciales tradicionales, puede llegar a conseguir estos fines, tan necesarios para dominar situaciones agresivas de la vida como del combate.
Sebastián González